miércoles, 26 de octubre de 2011

DE CERO A SIEMPRE

entre las bibliotecas seleccionadas para el proyecto de primera infancia Guachucal fue una de las seleccionadas para participar en este gran proyecto asi como tambien recibir dotaciones importantes  en el año 2012 y  2013. 
Todo por Guachucal

domingo, 2 de octubre de 2011

NIÑOS Y NIÑAS ARTIFICES DE PAZ CON CREATIVIDAD

No cabe duda que la creatividad es evidente en la niñez de este tiempo actual y cuando existe la posibilidad de crear los niños y niñas son un ejemplo para todos.


La Biblioteca Publica Municipal de Guachucal promueve talleres de creación literario donde los niños y niñas se convierten en verdaderos artífices de la literatura, con creatividad y optimismo los pequeños crean sus propios cuentos y hacen gala de sus capacidades que sin dudar, nada tendrían que envidiar a los grandes escritores infantiles. estos talleres despiertan la creatividad de los pequeños, quienes dan vida a personajes fantásticos nacidos de lo mas intimo de su imaginación.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Hacia un país de lectores: grandes avances, grandes desafíos

Una vieja aspiración: que todos lean y escriban

Conferencia de Jorge Orlando Melo como introducción a la presentación del Plan Nacional de Lectura y Escritura por las Ministras de Cultura, Mariana Garcés, y Educación, María Fernanda Ocampo.

La aspiración de que los colombianos entren seriamente al mundo de la lectura y la escritura es vieja: Durante doscientos años los dirigentes y orientadores del país han considerado importante que todos los ciudadanos sepan leer y escribir y usen la lectura para formarse y progresar.

En 1808, Diego Tanco propuso en el Semanario del Nuevo Reino que se hicieran escuelas públicas para dar "educación pública, gratuita, igual, sabia" a todos los jóvenes. En 1810, José Ignacio de Pombo, comerciante de Cartagena, escribió que "las fábricas que nos hacen falta, las que son capaces de sacarnos de la actual miseria, las que remediarán todos nuestros males, y las que nos proporcionarán la industria que deseamos, son fábricas de sabiduría. Son pues de absoluta necesidad escuelas de primeras letras en todos los pueblos de la Provincia, sin exceptuar el más pequeño, porque todo hombre libre necesita saber leer, escribir, y contar, y sin estos elementos difícilmente sabrá ninguno las obligaciones de cristiano, ni las de ciudadano, y mucho menos podrá instruirse, ni perfeccionarse en el arte u oficio a que se haya destinado”.

Tanto creían que la educación era la base del progreso y la democracia, que en 1821 pusieron como condición para votar saber leer y escribir, pero dieron 20 años de plazo para que todos tuvieran tiempo de educarse.

No se avanzo mucho, sin embargo, y en 1851 los dirigentes políticos pensaron que la exigencia era contraria a la democracia, y permitieron el voto a los analfabetas. in embargo, después volvieron a creer que sin saber leer y escribir los ciudadanos no eran independientes, estaban sujetos a toda clase de engaños, y volvieron a establecer la condición de alfabetismo, que vino a quitarse en 1936, cuando todavía más de la mitad de los adultos no sabían leer y escribir.

En todo caso, ya en 1870, el presidente de la república declaró: “Nos hemos contentado con cambiar ...la legislación, pero no hemos hecho nada para hacer penetrar las reformas en esa gran masa inerte de población que no cambia ni con el tiempo ni con las revoluciones. Es imposible fundar la república sin formar primero a los ciudadanos. A la urna electoral y al asiento del jurado no se llega sino con la cartilla y guiado por el maestro de escuela…” Por esto se empeñó en formar maestros, creó escuelas normales y trajo educadores extranjeros para ayudar a orientarlas. El mismo presidente, Eustorgio Salgar, ordenó a los municipios, en el decreto orgánico de educación de 1870 “Promover la formación de bibliotecas populares y el establecimiento de sociedades literarias científicas e industriales con el objeto de fomentar la afición a la lectura y dar aliento al trabajo en todas las clases sociales”

No todos los gobiernos creían en esto: a fines del siglo XIX uno de nuestros presidentes más cultos aclaró que saber leer y escribir no estaba en los planes de la Divina Providencia para la población y afirmó que “las buenas costumbres, base esencial de la ciudadanía en una República bien ordenada, no se propagan por la lectura, sino por la tradición oral y los buenos consejos.”

Sabemos lo que pasó: apenas a comienzos del siglo XXI, 200 años después de la independencia, se cumplió la promesa de escuela para todos, al menos en la educación básica. Hoy, finalmente, todos los niños colombianos van a la escuela, aunque, como sabemos, no aprenden muy bien a leer y escribir y no adquieren un hábito sólido de lectura.

Y sabemos que los dirigentes de la independencia tenían razón: que mientras la educación fuera privilegio de algunos, y la mayoría no tuviera la experiencia de la escuela y no leyera, la democracia era una ilusión, y el progreso dependía, no del esfuerzo y la creatividad de todos, sino del interés de unos pocos.

Y que mientras la población no se acostumbre a leer y escribir, su capacidad para progresar y lograr la prosperidad será limitada. A pesar de los avances y del alfabetismo universal que hemos logrado, la situación actual es todavía preocupante. Los colombianos leen poco: según algunos datos, no muy exactos, en 2005 la población de más de 12 años leía 1,6 libros por persona al año. Solo una pequeña parte de la población, sobre todo de jóvenes, va a las bibliotecas, pero deja de ir cuando termina sus estudios, una frase que en su sentido literal es algo deprimente.

Muchos no leen porque no tiene un fácil acceso al libro, que es de difícil acceso: o es muy caro o las bibliotecas no están cerca. Pero la mayoría no tiene hábitos de lectura y no siente la necesidad o el deseo de leer. La radio, la televisión y ahora los computadores producen la impresión de que la lectura sirve para satisfacer algunas necesidades prácticas ocasionales, pero no es una actividad frecuente ni esencial para la vida.

La mayoría, además, no ha desarrollado una capacidad adecuada de leer bien, de comprender lo que leen, de escribir con claridad, orden y precisión. Los resultados de las pruebas académicas lo muestran: en PISA 2009, después de años de esfuerzos por mejorar la educación y a pesar de que hubo un claro avance sobre la situación anterior, la muestra de colombianos examinados están casi 100 puntos atrás del promedio de la OECD (512, 413), y entre 65 países ocupo el puesto 52[1]. Mientras en Shangai el 55% logran los niveles de dominio de la lectura y la escritura más altos, solo el 5% de los colombianos alcanza ese nivel. En las pruebas SABER, aplicadas a todos los niños, solo un poco más del 40% de los niños de 5 y 9 grado tienen un nivel satisfactorio o avanzado en lectura y escritura.

Algo podemos aprender de una mirada más detallada a esas pruebas: los libros ayudan mucho,. En Colombia el promedio de los resultados en PISA, en las casas sin libros es 80 puntos más bajo que en las casas con más de 100 libros: es de 461 puntos contra 379 donde no los hay. Esta diferencia es mucho mayor que la que se presenta cuando se comparan los resultados entre las casas con computadores o sin ellos, o con carro o sin ellos, o se tiene en cuenta el hecho de estar en colegio privado o público, aunque sin duda estos rasgos están correlacionadis. Y vale la pena recordar que en la mitad de las casas de los niños que presentaron el examen hay computador, pero solo en el 9% hay más de 100 libros.

En el caso de SABER, hay una comprobación curiosa: hay unos colegios que tienen la obsesión de las bibliotecas. Al revisar los resultados de noveno grado del Liceo Pasteur, el Colegio los Nogales, el Nueva Granada o el Colegio Horizontes de Rionegro, todos los cuales se destacan por la preocupación por tener buenas bibliotecas y promover su uso resulta que el 100% de sus estudiantes tienen resultados satisfactorios o avanzados. Y mientras que en el país el 5% alcanza resultados avanzados en noveno grado, en estos cuatro colegios más del 75% de los estudiantes alcanza ese nivel. Uno podría deducir que los estudiantes de estos colegios, al presentarse a PISA, tendrían un resultado promedio superior al de cualquier país europeo. Por supuesto, sabemos que esto no es resultado únicamente del colegio y que refleja también el desarrollo de la lectura promovida por el hogar y por las ventajas sociales de los niños de estos colegios. Son niños de casas donde hay bibliotecas y se valora la lectura.

Y esto es lo grave: lo que esto refleja es una situación de desigualdad social, de profunda inequidad que se prolonga a lo largo de toda la vida. Algunos niños tienen ya antes de entrar a la escuela una gran ventaja en el desarrollo de sus habilidades de comunicación y su equipamiento para la lectura y la escritura. Estos niños aprenden, entre los 5 y los 8 años, a leer en forma avanzada, y sobre esta base desarrollan su capacidad escolar a lo largo de todos sus estudios. El dominio de la lectura les permite un manejo de las nuevas tecnologías más complejo y sofisticado: su uso del computador va mucho más allá del chat y de Wikipedia. Son ellos los que terminan entrando a las buenas universidades, los que tienen acceso a carreras productivas, los que, por sus habilidades de manejo de información, acaban ocupando los cargos de decisión, privados o públicos, del país.

Si no desarrollamos en la mayoría de los niños, no importa su estrato o sus recursos sociales, la capacidad de lectura adecuada, podemos predecir desde los cinco o seis años cuales tendrán oportunidades en la vida y cuales están condenados a un destino de rutina y frustración.

Y vale la pena hacer una consideración adicional: los resultados de SABER muestran el impacto que tiene el nivel social de los estudiantes. Los estudiantes del nivel socioeconómico 4 tienen resultados mucho más altos que los de 1, 2 y 3. Pero el cambio, y esto vale la pena subrayarlo, se da sobre todo al comparar el estrato tres y el cuatro, en el que además, la inmensa mayoría de los niños van a colegios privados y tienen padres universitarios. Mejorar la condición económica para que todos fueran del nivel tres, lo que representaría una revolución económica social de un tamaño casi inimaginable, produciría un avance todavía poco satisfactorio en los resultados promedios de las pruebas de lectura del país

De modo que elevar el nivel de vida de todos los colombianos en forma substancial no parece tener tanto impacto en este campo como mejorar el acceso a los libro, la calidad de la educación básica, y crear condiciones culturales para promover la lectura en el hogar, la educación y la sociedad. No podemos esperar a que todos los colombianos sean prósperos para que sus hijos aprendan a leer y escribir bien: tenemos que desarrollar la capacidad de usar la información en los libros y los computadores si queremos que los colombianos puedan lograr la prosperidad.


Otra vieja aspiración: bibliotecas en todos los municipios


En cuanto a las bibliotecas públicas, a pesar de las buenas intenciones de algunos gobiernos, hacia 1930 seguíamos en el atraso total y eran casi inexistentes, incluso en las grandes ciudades. Sólo a partir de 1931, con la llegada de Daniel Samper a la dirección de la Biblioteca Nacional, se hizo el esfuerzo de desarrollar un sistema más o menos moderno. En los años siguientes se elaboró un plan para que todos los municipios tuvieran biblioteca pública. El gobierno dotó más de 600 bibliotecas con libros de literatura universal, una colección colombiana y cartillas prácticas. Según Samper, el país nunca antes “se había imaginado que [la biblioteca] es una de las palancas mayores para las fuerzas dormidas del país y para la creación de riqueza pública y privada” Las bibliotecas, creía, debían ser vivientes, abrirse a las nuevas tecnologías, usar el cine y la radio (y la Biblioteca Nacional tuvo en 1932 la primera Radio Nacional Cultural del país, hizo en 1934 la primera película cultural de Colombia: “Hagamos patria”, organizó en 1936 la primera feria del libro y promovió las bibliotecas escolares. El impacto de estas bibliotecas fue notable y rápido, aunque el presidente Alfonso López creía que sólo se advertiría en 20 años, pero desafortunadamente, como ya había pasado antes, el proyecto se abandonó y las bibliotecas se fueron desbaratando.

En 1960 un informe sobre las bibliotecas mostró que ya la mayoría de ellas no existían. Muy pocos municipios del país las tenían. En los siguientes años hubo avances sueltos, pero el gobierno no hizo mucho. La Universidad de Antioquia creó en 1958 la escuela de Bibliotecología; la Unesco abrió en 1954 la primera biblioteca moderna del país, con estanterías abiertas, colecciones amplias y préstamo fácil, la Biblioteca Piloto de Medellín, y en 1958 el Banco de la República abrió la Luis Ángel Arango. Las Cajas de Compensación empezaron, desde 1974, a establecer bibliotecas públicas.

Hacia 1978 se calculaba que había unas 200 bibliotecas públicas en el país, menos de la tercera parte de las de cuarenta años antes, y se estableció el Sistema Nacional de Bibliotecas, un nombre algo teórico para los programas de apoyo y capacitación promovidos por Colcultura. La mayoría de esas bibliotecas recibieron algunas dotaciones del gobierno nacional entre 1982 y 1986. En 1989 se puso en marcha un Plan Nacional de Bibliotecas, que no logró mucho, y en 1992 el Plan Nacional de Lectura, que entregó 300 ejemplares a todas las bibliotecas existentes y estableció “puestos de lectura” donde no las había, en las casas curales, las alcaldías y otros sitios, y que desaparecieron rápidamente de casi todas partes. Además, creó un programa de cajas viajeras de 100 libros, siguiendo el ejemplo de lo que había hecho en los años anteriores la fundación privada “Ratón de Biblioteca”.

Mientras tanto, lo que crecía eran las redes de las Cajas de Compensación y del Banco de la República, que abrió nuevas sedes en muchas capitales. Algunos departamentos y municipios mejoraron sus bibliotecas, pero fue sobre todo después de 1995 cuando varias autoridades regionales hicieron un esfuerzo notable: entre esta fecha y el 2002 Cali, Villavicencio, Valledupar y sobre todo Bogotá, construyeron nuevas bibliotecas, modernas, con buenos edificios y una visión tecnológica actualizada. Bogotá estableció entre 1996 y 2001 un nuevo modelo, que después fue desarrollado por Medellín, a partir de 2005. Hoy, Bogotá, Medellín y Cali tienen sistemas de bibliotecas municipales de calidad, con una visión integral, con sedes en los barrios populares, con edificaciones de gran belleza, acceso a la tecnología más moderna y una acogida pública emocionante.


Un cambio de ritmo


Para el comienzo del nuevo siglo, por lo tanto, el país tenía algunas bases en el tema de la lectura y la escritura, tenía un sistema extraordinario en Bogotá y buenos esbozos en algunos otros puntos, pero no tenía una estrategia coherente de orden nacional. Diez años después es evidente que tanto en el mundo de la educación como en el de las bibliotecas ha habido realizaciones sólidas, que crean finalmente las bases para tomar en serio la ambición de convertir la lectura en una práctica social amplia, creativa y productiva del país.

En educación, en estos años se logró finalmente ofrecer oportunidades de educación a todos los niños, al menos desde los cinco años a los 12 o 13. Y se crearon las bases administrativas, el orden financiero, la capacidad de gestión para estimular los avances en calidad y seguir ampliando rápidamente la cobertura, para atender pronto a casi todos los niños de 3 a 5 años y para lograr que los niños no abandonen la escuela en 6° o 7° año y terminen la secundaria. El sistema educativo nacional puede definir hoy las estrategias apropiadas para mejorar la enseñanza de la lectura y la escritura, permite la innovación y la experimentación en cada colegio, y es capaz de impulsar la transformación de lo que se está haciendo todavía en forma inadecuada en el salón de clase y en el ambiente escolar.

En cuando a las bibliotecas, la verdadera revolución comenzó en 2002, cuando el nuevo gobierno decidió hacer un Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, que tuvo en cuenta la experiencia acumulada en el Ministerio de Educación, en las redes de del Banco de la República y las Cajas de Compensación y en ciudades como Bogotá y Cali. Este fue el primer plan a fondo sobre este tema, con recursos y claridad de diseño, y con una perspectiva de largo plazo, en toda la historia de la política cultural colombiana.

Fue un plan razonable, ambicioso y realista. Incluía algunos propósitos y metas que no lograron desarrollarse como estaba previsto, sobre todo en lo relativo a la promoción de la industria editorial, las librerías o la venta de libros por habitante. Pero en lo que era su propósito central, y que copiaba lo del plan más modesto de 1934, dotar a todos los municipios de bibliotecas de calidad aceptable y ponerlas en funcionamiento, para disminuir la barrera más importante a la lectura, que es la falta de materiales disponibles, el plan fue muy exitoso; buscaba entregar a las bibliotecas 2.602.000 volúmenes, enriquecer o crear 500 bibliotecas, 300 de ellas donde no las había. En los ocho años del Plan, hasta ahora, se dotaron más de 800 bibliotecas y se distribuyeron un poco más de 2 millones de volúmenes. La inversión fue muy fuerte en los primeros cuatro años, pero se frenó bastante, por la reducción del aporte del Banco de la República y por otras razones, en los últimos cuatro años: esta falta de continuidad tuvo un impacto grande en la marcha del plan, que siguió abriendo bibliotecas pero no logró actualizar las ya dotadas.

En vez de hacer edificios con recursos nacionales, en un país lleno de edificios públicos subutilizados, trató de conjugar el esfuerzo del gobierno nacional y de los gobiernos locales: aquel daría una colección básica, una semilla para una verdadera biblioteca y acompañaría esa dotación con capacitación para los bibliotecarios, y los gobiernos municipales aportarían un espacio apropiado, las administrarían y contribuirían a mantener al día sus colecciones.

La concepción de las bibliotecas era moderna y correcta. Por primera vez, se las separó claramente de las colecciones de textos escolares: no tendrían textos de clase, y no serían para hacer tareas sino para permitir lecturas complementarias, recreativas, formativas o informativas, a los estudiantes y a toda la población. La estantería sería abierta y habría un sistema de préstamo sin muchas complicaciones. Tendrían una alta proporción de libros infantiles (más del 30%), pocas enciclopedias y poco libro regalado. Harían parte de un sistema conectado nacionalmente, con un catálogo unificado y visible en la red. Y las bibliotecas ofrecerían acceso a otros materiales diferentes al libro impreso: cine, música y conexión a Internet.

El plan puso en marcha varios proyectos más, que vale la pena recordar: creó asociaciones de amigos de las bibliotecas, estableció programas de promoción de lectura, que incluían la formación de tertulias literarias, cajas viajeras a zonas rurales, programas para llevar lectura a hospitales, cárceles y hogares de atención social.

El proyecto hizo realidad el sueño de 1934: hoy todos los municipios tienen una biblioteca pública. Este éxito relativo se debió a que fue un plan con apoyo social e institucional amplio, bien coordinado y con la cooperación de muchas entidades. Buscó unir, y en buena parte lo logró, la acción del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Comunicaciones, el Banco de la República, las gobernaciones y los municipios, así como de entidades privadas y fundaciones como Fundalectura, Cerlalc, Asolectura y Ascolbi. La forma abierta y transparente como se ejecutó permitió que tuviera el respaldo de la industria editorial, así como de los medios de comunicación.

En estos ocho años, las bibliotecas de Colombia, con el PNLB y los sistemas municipales modernos, entraron a la mente colectiva, y una vieja aspiración, la aprobación de una ley de bibliotecas, se logró por fin en 2009-10.

Adquirieron además una visibilidad internacional, que se expresó en premios como el Bill y Melinda Gates o el apoyo de gobiernos extranjeros, como Francia y sobre todo Japón, a los programas de bibliotecas públicas.

Sin embargo, los resultados no son tan sólidos como se quería. Es cierto que, por los datos que hay, el número de usuarios de bibliotecas aumentó substancialmente, así como el número de libros prestados, aunque no tenemos cifras confiables sino para algunas redes de bibliotecas. Pero al mismo tiempo las encuestas de lectura muestran una caída en el número de libros publicados y vendidos en el país y, por lo que indican cifras no siempre comparables, en el número de libros leídos. Mientras aumenta la lectura en las bibliotecas, disminuyen los libros leídos en la escuela o en el hogar, y es posible que este cayendo el tiempo dedicado a la lectura en los grupos sociales que formaban tradicionalmente el núcleo del público lector.

Esto muestra que un programa exitoso de promoción de lectura requiere, además de mejorar la dotación de libros disponibles que permite atender las necesidades insatisfechas de los lectores ya formados y motivados, promover una cultura amplia y vigorosa de la lectura y esto requiere transformaciones en el mundo social y en particular en el sistema escolar. Por eso, el nuevo plan de Lectura y Escritura busca, con base en la experiencia reciente, superar las debilidades que se presentaron en el plan anterior.

Estas debilidades, que afectaron la continuidad en su ejecución, son bien conocidas:

1. La falta de un compromiso mayor de las autoridades locales, que se manifestaba en la alta rotación de los bibliotecarios, que se nombraban en parte para atender compromisos políticos, y que hacía que se perdiera una gran parte del esfuerzo de capacitación[2].

2. La coordinación insuficiente entre el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación y las Secretarías de Educación. El Ministerio de Educación actualizó en 2001 en forma muy ambiciosa las bibliotecas de las escuelas normales, definió con claridad los parámetros para la enseñanza de lectura y apoyó el Plan Nacional con un programa de gran calidad, Mil maneras de Leer, desarrollado en 2005 y 2006, que buscaba llevar las comunidades educativas a las bibliotecas públicas. Sin embargo, la falta de compromiso de la mayoría de la Secretarías de Educación y la falta de una orientación más firme del Ministerio condujo a que en estos años se redujera en la práctica la importancia, la calidad y el uso de las bibliotecas escolares, y llevó a que los niños, según las encuestas de consumo cultural, lean menos, y a que el uso del texto escolar haya disminuido, sin que se reemplace en forma efectiva por opciones mejores.

3. La lentitud y limitación del programa de conexión a Internet, así como la falta de desarrollo de unas páginas dedicadas de Internet con una oferta de contenidos de lectura útil para las bibliotecas y las escuelas: lo más importante fue el trabajo del Ministerio de Educación con Colombiaaprende, pero falta todavía mucho por hacer.

4. La poca actualización de las bibliotecas del Plan[3].

5. Una mayor capacidad de gestión del Plan, cuya ausencia se manifestó en:

a) la falta de información sobre la marcha real del plan, el número de usuarios, en resumen sobre la actividad efectivade las bibliotecas municipales.

b) el desarrollo muy tímido de servicios de apoyo a las bibliotecas, como la capacitación adecuada para el uso del programa de gestión, Siabuc: en la evaluación de 2009, algo dudosa, menos del 50% de las bibliotecas encuestadas decían usarlo, y sólo en el módulo de consulta.

c) la demora para catalogar las colecciones no entregadas por el Plan: si calculamos que estas bibliotecas tienen por lo menos 6 millones de ejemplares, y apenas 2 fueron recibidos con su catálogo informatizado, como aporte del Plan, hay al menos entre 3 y 4 millones de libros sin incluir en el catálogo SIABUC, probablemente envejeciendo sin uso.

d) la falta de seguimiento a los proyectos de promoción de lectura, mejoramiento de servicios de apoyo a la comunidad, organización de grupos de promoción, tertulias, etc.

e) el escaso desarrollo de la página de Internet del Plan.


Hacia un gran compromiso nacional por la lectura


Estas limitaciones y estas experiencias sirven hoy para intentar un esfuerzo más ambicioso e integral No deben ser motivo de lamentaciones, sino estímulo para tomar decisiones, actuar y resolver los problemas. El Ministerio de Educación, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Comunicaciones y Tecnología, Bienestar Familiar, y muchas otras organizaciones y entidades, están decididas a actuar juntos y a hacer lo que el país necesita.

Estamos ante un desafío urgente: hoy es más claro que nunca el papel fundamental de la lectura y la escritura. Sabemos que es el factor principal en el desarrollo general de las habilidades y capacidades de los niños. Los niños que aprenden rápido y bien a leer son los que aprovechan mejor sus estudios, obtienen los mejores resultados. Un buen aprendizaje temprano en esta área conduce a un mejor avance en ciencias y matemáticas, que son esenciales en la sociedad actual. Todas las demás habilidades se apoyan en la de leer y escribir, que es elemento esencial en la comunicación humana. Las diferencias tempranas en los niveles de aprendizajes resultan en gran parte irrecuperables: los niños que se atrasan quedan condenados a los niveles inferiores de sus cursos y son los que no logran pasar a las universidades más competitivas.

Yo estoy seguro de que si se pudiera hacer un análisis detallado de los resultados de las pruebas de SABER de 5 grado que permitiera ver lo que ha pasado en los sitios de influencia de las bibliotecas creadas en los últimos años, descubriríamos que en los sectores populares, los niños que van a las bibliotecas están obteniendo resultados muy superiores a los que están en regiones sin bibliotecas apropiadas o a los que no las usan.

Otros estudios llevan a la misma conclusión. No existen en el mundo experiencias controladas más exitosas de mejoramiento de los niveles educativos en sectores con limitaciones económicos o culturales que los que han usado la lectura, de lo que es un excelente ejemplo el programa inglés Bookstart, impulsado por Booktrust, y que en Colombia se ha aplicado en alguna medida por el entusiasmo de Fundalectura. Según las evaluaciones, cada peso gastado en estos programas ahorra al Estado cerca de 25 en el futuro, por el efecto sobre el avance escolar, la reducción de la deserción o la pérdida de tiempo en los estudios, el mejoramiento en la productividad de las personas. Las experiencias norteamericanas son igualmente claras: los programas de mejoramiento educativo orientados a sectores con limitaciones económicas o sociales solo dan resultados contundentes si comienzan muy, muy temprano.

Por esto, si queremos crear una nación de lectores debemos empezar desarrollando el interés y las oportunidades de lectura desde la más temprana infancia, y esto explica el énfasis de este plan.

Si logramos formularlo con claridad, sobre la base de un buen diagnóstico, con herramientas y recursos apropiados, y a partir de un compromiso integral y amplio de todos los sectores interesados, será posible poner el libro, el texto, al alcance de los niños desde la primera infancia, dotando las bibliotecas públicas, las escuelas y los hogares infantiles de libros apropiados[4]; convertir la lectura y la escritura en elemento fundamental de la educación básica[5]; mejorar la docencia de la lectura y la escritura[6], dar un mayor espacio a la lectura y la escritura en el aula y la escuela, incluyendo la promoción de la lectura en voz alta[7], en fin, tener bibliotecas vivas, como se planteo en 1937 y 2009, es decir bibliotecas con colecciones actualizadas y que cubran todos los campos de interés de los lectores, todos los formatos documentales y técnicos, con buenos servicios para los escolares y para todos los grupos de la población.

El país va a poner en movimiento en los próximos años un conjunto de locomotoras que deberán impulsar su progreso y abrir el camino a la prosperidad general. Muchos recursos se invertirán en esto. La eficacia y los resultados van a depender, sin embargo, sobre todo del desarrollo de la capacidad de las personas para buscar, adquirir, evaluar, manejar, disfrutar y aplicar información apropiada. Los maquinistas de estas locomotoras serán los hombres y mujeres de Colombia. Y lo que logremos va a depender mucho del nivel de estas personas. Para lograr un avance a fondo, debemos formar una generación capaz de usar bien la información, de razonar bien: una generación que de verdad sepa leer y escribir.

Jorge Orlando Melo

Bogotá, 3 de mayo de 2011


Texto de introducción a la presentación del Plan Nacional de Lectura y Escritura por las Ministras de Cultura, Mariana Garcés, y Educación, María Fernanda Campo.

Las notas no fueron leídas.


[1] Las pruebas son una simple medida: nos muestran que la inmensa mayoría de niños los colombianos no saben leer y escribir bien y que mientras no lo hagan, difícilmente se convertirán en lectores. Si descubrimos que una persona tiene fiebre, la tratamos, no para que el termómetro cambie, sino para quitar la enfermedad. Del mismo modo, queremos hacer un país de lectores, no para que los niños pasen las pruebas o para que los colegios se luzcan, sino para que crezcan como personas, se enriquezcan emocional e intelectualmente y se conviertan en personas productivas y capaces de comprender y disfrutar la cultura, la ciencia y la técnica de hoy. Y para saber si lo estamos logrando las pruebas seguirán siendo esenciales y debemos seguir aplicándolas y sobre, debemos analizarlas con más detalle de lo que se ha hecho hasta ahora.

[2] Además, un bibliotecario comienza a ser eficaz cuando, después de varios meses de trabajo diario, se familiariza y conoce realmente su colección.

[3] Una biblioteca que no se actualiza es como un restaurante que solo ofrece comidas de hace varios días: los lectores pronto dejan de visitarla y riegan el rumor de que no llega nada nuevo, mientras los lectores más activos presumen de que ya se han leído todo lo que hay interesante.


[4] Esto exige tener programas para promover la utilización del libro en todos los hogares, en el hogar natural del hijo pero también en los hogares de bienestar familiar. En todos ellos es importante que los niños oigan leer desde chiquitos, que los padres y los educadores les lean historias y cuentos, para que se familiaricen con el libro.

[5] Los niños colombianos no tienen mucho acceso ni a textos escolares ni a libros complementarios, y deben depender de lo que les dicen y enseñan los profesores. Fuera de Bogotá y algunas capitales de departamento, las escuelas no tienen bibliotecas apropiadas y no hay libros en las aulas. Gran parte del problema de la educación es que depende poco de la lectura, pues depende ante todo de la voz del profesor: es una educación en gran parte oral. Para enfrentar este problema, es esencial que en todo salón de clase haya libros al alcance de los niños, para antes de aprender a escribir puedan familiarizarse con estos, acostumbrarse a usarlos, convertirlos en un hábito permanente

[6] Cambios pequeños en la metodología pueden producir resultados muy grandes y es urgente hacer un diagnóstico de las estrategias actuales de enseñanza de lectura y escritura para ver por qué los niños aprenden tan poco. Con un buen diagnóstico, es posible preparar a los futuros docentes en forma más apropiada, y reeducar a los docentes actuales, para que adopten metodologías más eficaces. Y con base en un buen diagnóstico, se podrán elaborar manuales apropiados para mejorar la enseñanza.

[7] Esto puede hacerse de muchas maneras. Entre estas está la propuesta, ensayada con éxito en muchos colegios desde los años ochenta, de la lectura diaria, en voz alta, de textos literarios, pequeñas narraciones y cuentos, desde las aulas de no lectores hasta el fin de la escuela primaria. Los libros que estén en el aula pueden ser usados para esto, de manera que los niños puedan llevarlos a casa, releerlos solos o con los padres. Los maestros deben recibir guías apropiadas para el uso de estos libros, para graduar las lecturas al nivel de los estudiantes, para que no conviertan la lectura en una tarea fastidiosa y aburridora, pues se trata ante todo de desarrollar el gusto por la lectura, y esto se hace estimulando la inteligencia y las emociones de los niños, pero no volviéndola una tarea repetitiva y monótona. Los niños disfrutan leyendo, y los adultos les quitan el gusto por la lectura. Y debe haber guías, más simples y prácticas, para el manejo de la biblioteca pública.

Tomado de la Revista NUMERO
http://www.revistanumero.com/index.php?option=com_content&view=article&id=794